Los tornados son un fortísimo remolino de viento que se puede producir cuando una columna de aire desciende desde la base de las nubes al haberse calentado el aire de la superficie. El diámetro del remolino en el suelo no suele tener más de 25 ó 50 metros, pero puede girar a velocidades de más de 600 km/h, por lo que son tremendamente destructivos y aspiran hacia arriba todo lo que encuentran a su paso. Se desplazan a velocidades que rondan los 60 km/h y su sonido, parecido al de una peonza, se puede oír a decenas de kilómetros de distancia. La diferencia de presión entre el interior y el exterior de un edificio cuando pasa un tornado puede hacer que este reviente y se desmorone.
Medidas ante un tornado
Si observamos que las nubes comienzan a girar y a descender en forma de embudo, a visaremos por teléfono a la policía local o a protección civil o al servicio meteorológico; pero no les hagamos perder su tiempo pidiéndoles explicaciones, busquemos refugio.
Buscaremos refugio en la construcción más robusta que encontremos. Los sótanos y vestíbulos interiores en la planta baja de los edificios suelen ser los más seguros. Hay quien ha sobrevivido al paso de un tornado refugiándose bajo un puente, en uno de los extremos, donde las vigas se hunden en la tierra y forman una especie de cueva.
En los sótanos, nos protegeremos arrimándonos a las paredes exteriores, que son más sólidas.
Si no hay sótano buscaremos la habitación interior más sólida y nos refugiaremos bajo algún mueble robusto, como un sillón grande tumbado boca abajo.
Debemos cerrar bien las ventanas y puertas del lado por el que se aproxima el tornado para evitar que este se lleve el techo. Si abrimos las del lado opuesto evitaremos que reviente nuestra casa por la diferencia de presión.